SER “HIJOS” PARA SER “PADRES”


No se necesita ser padres para entender la paternidad; se necesita, sobre todo, haber sido hijo, y no cualquier hijo, un buen hijo, de lo contrario “educar” no es fácil, pero más difícil será “educarte” de adulto, y, ahora, como padre. 
Ama a tus hijos sin encapricharlos, enseñándoles que todo se logra por mérito propio y no con berrinche. Corrígelos con firmeza y coherencia, sin justificarlos, o, peor aún, victimizándolos. En el fondo, cada padre o madre sabe los hijos que tiene, y sabe el padre o la madre que fue, pero les cuesta reconocer.
Acéptenlos con sus problemas y enseñen que la única manera de vivir es asumiendo las consecuencias de sus actos con valentía; y si en parte eres culpable por estar ausente o por tu carácter energúmeno, atolondrado  y arrogante, no imagines otra realidad para sentirte menos miserable, aléjate de tu banalidad, desdén, egoísmo, y corrígete, porque tal vez no es tarde para educarlos y enmendar el camino.
Deja tus prejuicios y ese sentimiento de superioridad que alimenta tus mentiras y tapaderas; veamos sus rostros, tiernos y llanos, sincerándonos con ellos para que sean conscientes de qué hicieron mal. ¿Y si es muy grave? Toca aprender a seguir adelante, quizás, llevando un dolor que en una mañana muy próxima a todos los aprendizajes de la adultez, será una gran lección de vida.
No impongas las frustraciones de tu juventud en él o en ella. Déjalos caminar valiéndose de sus propios medios y recursos, abriendo paso entre las piedras y la maleza, y cuando después de un tropezón no estén dispuestos a levantarse, aparece como el puntal que necesitan. Jamás te proyectes en tus hijos, recuerda que cada quién es dueño de sus propias experiencias; aunque aflige, ya no se trata de ti o de tu tiempo, aquel que siempre recuerdas con nostalgia, así no te guste, hasta reniegues, se trata de ellos y de su tiempo, como sucedió con cada uno de nosotros cuando fuimos más hijos que padres.


Comentarios